martes, 19 de julio de 2011

Oración y gratitud



"No esperéis que dé un paso para reedificar mi vieja iglesia. Me ocupo de levantar otros templos más duraderos. ¿Sabéis cuáles son? Son los espíritus de mis feligreses, las almas de estos sencillos aldeanos, que han de volver a la Tierra tantas veces cuantas necesite el progreso de su espíritu.


Les enseño a amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ellos mismos. Les preparo para la vida espiritual. Les hablo de ese más allá, no el que suponen que dice la iglesia, sino el que nos dicta la razón.


Les inicio en los misterios de la inmortalidad, les hablo de la vida del espíritu, de esa hermosa realidad.


Les enseño a rezar en los valles, en las colinas, en el fondo de los abismos. Cuando se reúnen en torno del hogar, cuando alimentan su cuerpo, cuando se entregan al reposo, cuando se despiertan para el trabajo, les hago pensar constantemente en Dios, y mi pequeña grey no reza con los labios, reza con el pensamiento siempre fijo en el bien. Por esto mis feligreses no necesitan ir a la iglesia para rezar, porque tiene cada uno un templo dentro de su corazón...


¡Los tiempos llegan! Los espíritus de la luz encarnarán en la Tiera, y nosotros, los vicarios de Cristo, somos los encargados de preparar a los hombres de la Nueva Era. Nosotros tenemos la luz, no la escondamos debajo del celemín, que mañana nos pedirán cuenta del mal uso que hemos hecho de nuestros conocimientos."


[Amalia Domingo Soler. Memorias del Padre Germán (1880-84)]